domingo, 15 de agosto de 2010

COLOMBIA NECESITA VOLVER A ESCUCHAR A JAIME GARZÓN



Dos sicarios se encargaron de asesinarlo, hace diez años.
Garzón Forero fue un intelectual iluminado, que a través del humor buscó incansablemente un cambio de mentalidad en el querido pueblo colombiano, aún atado a creencias que ya no sirven, que congelan, que alimentan la violencia, que gestan un autoritarismo de base, en donde la figura del padre de familia permanece como una instancia superior, que debe respetarse sin miramientos.

Ese maravilloso país también está atravesado por el ejercicio de una religiosidad recalcitrante, que no le permite entender que creer en la existencia de Dios es solamente una metáfora, inventada por el ser humano, para conjurar miedos y ordenar, en algunos casos, la conducta (o inconducta) de la gente. Lo cual a muchos los habilita para cometer y a la vez perdonarse cualquier folía, simplemente porque hay un ser divino omnisciente que los está mirando, amando y protegiendo, premiando o castigando según la medida de sus arrepentimientos. Suelen ser aquellos a los que les cuesta aceptar la vida tal como es.

Valga aquí señalar que un agnóstico como el que escribe estas líneas, puede consentirse el rezar un padrenuestro o ave maría, no porque crea que si no lo hace cometerá pecado, sino porque hay veces que una oración retempla el alma, del mismo modo que reconforta bailar, cantar, beber o comer, o algo más refinado espiritualmente, como sería una mirada generosa sobre el semejante, con parecido valor que se le puede asignar al ejercicio una compasión manifestada a tiempo. Pero, para eso, antes hay que entender lo maravilloso que es el goce del libre albedrío auténtico, sin la espera de algo a cambio, nacido de la capacidad de reconocer que uno es mortal con pies de barro, más allá de cualquier circunstancia. Caso contrario, la religión se convierte en lo que parece ser: un trueque vil, que soborna indulgencias.

Colombia sabe que, con la muerte de Garzón, el país retrocedió muchos años en su capacidad de razonar colectivamente. No porque no posea intelectuales de fuste como él, sino porque Jaime fue punta de lanza para conjurar miedos paralizantes y hacer de esa Nación una de las mejores del continente. “No sabemos manejar nuestra grandeza”, dijo, con razón, en una de sus últimas alocuciones.

A mí me parece que el mejor homenaje que se le puede rendir a este abogado constitucionalista y valiente pacifista, partirá de la decisión inteligente de difundir, en todas las escuelas y universidades, los siete videos de la conferencia que ofreció en la Corporación Universitaria de Occidente, Sede Champagnat, Cali, en febrero de 1997. En dicho encuentro lo dijo todo, para bien de su país
.

Intuyo que servirá para echar nueva luz sobre las mentes de algunos distraídos, entre ellos, la casta de ciertos profesores dogmáticos, acostumbrados a hacer comer conocimiento (mejor dicho, desconocimiento), de modo que el alumnado pierda la capacidad de digerir lo que aprende y sólo busque salir de los claustros con las materias aprobadas y las redes neuronales atrofiadas.

Y que dios se apiade de mis palabras.

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