domingo, 5 de abril de 2009

LA DIFERENCIA QUE MARCA LA DIFERENCIA



Agustín es muy joven; toma clases de creatividad hace apenas dos semanas, es decir sólo ha estado en 2 jornadas. Ayer le propuse que hiciéramos un ejercicio para crear nuevos productos y servicios.

-¿Te animás a pensar 5 cosas nuevas?

-No, mejor 7… contesta con natural seguridad.

-Agus, no compliques la clase; pensá 5…

-¿Y por qué no 7?

-Querés 7, dale, lo pedís, lo tenés…

Lo dejo solo, y al cabo de unos 15 minutos me señala que encontró las 7 ideas. Me las cuenta y al toque le indico que ni bien comience la semana las registre en Propiedad Intelectual. Sus inventivas son excelentes, muy realizables.

Eso hace Agus, desafía a su inteligencia a cada rato. Me vuelve loco con decenas de preguntas y su inquietud despierta mucho interés en mí.

¿Qué es lo que marca la diferencia en su nivel de stock para producir más de lo que le pido? Tiene en su haber un recorrido por el mundo a los 19 años. ¿Con dinero? No, así cualquiera. Apenas llevó plata para el viaje de ida. Tuvo que enfrentarse con la dura realidad de renunciar a las comodidades, arremangarse y ganarse el sustento día tras día. ¿Haciendo qué? Lo que fuere, siempre listo. Era eso o no comía. ¿Limpiar un baldío a cambio de un sándwich? Sí. ¿Tomar una bandeja y oficiar de mozo? Obvio, es lo que hacen todos, habitualmente.
¿Y los idiomas? Bien, gracias. Se hacía entender con cualquier recurso. Insisto, era así o pasaba hambre…

Vuelvo al comienzo. Agus tiene viajes encima. Esa vivencia cambia la subjetividad de las personas, no tanto por las cosas externas sino por lo que a uno le sucede cuando tiene que pervivir. Por eso se anima; por eso ganó un premio otorgado por Naciones Unidas. Por eso redobla siempre la apuesta.

A medida que le explico cómo funcionan los dos hemisferios del cerebro, entiende a la velocidad de la luz los vericuetos de la creatividad.

Eso sí, es disciplinado. Anda siempre con una agenda para anotar ocurrencias. Ayer le sugerí que hiciera lo mismo cuando se fuera a dormir: la agenda puesta en la mesa de luz. Y anotar cualquier tontería que recuerde en caso de haber soñado durante la noche. (Siempre se sueña, pero no siempre aflora la evocación).

Otra característica de su personalidad es preguntar por qué, hasta agotarme. Y no tener pudor para consultar cuando no sabe algo.

Bien, todo lo supradicho es lo que se anula a lo largo de la vida, principalmente cuando la policía interior ocluye la espontaneidad.

Una pena, porque nuestra existencia es demasiado breve. Vale entonces repetir el graffiti que había en un subte de Nueva York: Hay vida antes de la muerte.

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