domingo, 27 de abril de 2008

LA METÁFORA NOS DISTINGUE DE LOS DEMÁS ANIMALES



Hablemos difícil: H2o que no vas a ingurgitar, permítele que discurra sobre su cauce natural.
Hablemos fácil: Agua que no has de beber, déjala correr.

Hablemos difícil: A equino objeto de obsequio no se le revisan los incisivos.
Hablemos fácil: A caballo regalado no se me miran los dientes.

Y los ejemplos podrían multiplicarse infinitamente. Cuando nace la metáfora (del griego meta, es decir más allá; y phorein, pasar, llevar) el mundo muta, da lugar al arte, la religión, la poesía, el bello pensar. Eso es lo bueno. Pero hay una corriente que la cuestiona, por considerarla extravagante; sostiene que la metáfora no es razonable. Así y todo, no deja de ser un recurso importante para crear, para mover al mundo.

Mi hijo tiene la fuerza de un león… quizá expresó el primer humano que inauguró la presencia de una verbalización diferente. Porque, cómo explicar una gran fuerza? A ver que pasaría si lo dijéramos así: Mi hijo tiene una gran fuerza… Es como que no denotara demasiado, como si quedara a mitad de camino. En cambio, si la comparáramos con el vigor de un león, provocaríamos otros estímulos en el pensamiento de quien nos estuviera escuchando.

La creatividad se maneja casi completamente con el uso de la metáfora.
Con esta pintura de labios conquistarás a tu príncipe azul… Acá se nos dice implícitamente que la chica de la propaganda se verá más linda y que sus chances de acceder al palacio imaginado serán más expeditivas.
Desde aquella primera bacteria replicante que si hizo ver hacer 3.8000 millones de años, hasta nuestros días, somos producto de una evolución natural de bacterias, reptiles, mamíferos… y la posibilidad de comunicarnos con palabras, y esto sí que no está dicho metafóricamente.
La continuación de esta primera parte aparece en el blog PALERMIZATE.COM

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