domingo, 21 de septiembre de 2008

POR QUÉ CREEMOS QUE NO SOMOS TAN CREATIVOS?



Acabo de llegar de Quito -Ecuador-, luego de ofrecer uno de los seminarios –Creatividad que Vende- y, nuevamente, me aparecen sentimientos encontrados: por un lado, la felicidad de cerciorarme de que los seres humanos tenemos una enorme capacidad para pensar. Y por otro lado, sentir un vacío, un hueco existencial, que siempre me conducen a la misma pregunta: Por qué no se nos alienta para el ejercicio cotidiano de las potencialidades creativas. Recordemos que una cosa es ser inteligente y otra es saber pensar. Porque, salvo problemas derivados de algún retraso mental, todos somos más o menos inteligentes. Sólo que eso no será suficiente; pensar significa una actividad mental ordenada y a su vez desordenada; por esta vía resolvemos problemas, hacemos brotar la originalidad, creamos nuevas tecnologías… en fin.

Mi disertación tiene dos momentos: en el primero, hablo sobre la creatividad como cualidad alojada en todos los cerebros: reptiliano -reptiles-; mamífero -límbico-; humano -neocórtex-; en el segundo, voy de lleno a la creatividad aplicada al campo de la publicidad. Y la titulo Creatividad que Vende, a partir de una experiencia personal, cuando el gerente de una empresa destacada, luego de elogiar los trabajos que le presenté, dijo: -Una preguntita… esta campaña, vende? En síntesis, me quiso decir que si no lograba levantar los ingresos, sencillamente no era tan creativa… (Vamos, un creativo debería pensar en eso, no en los premios internacionales.)

Durante 9 horas, con un receso de 60 minutos para almorzar, más dos coffee breaks, la gente realiza ejercicios puntuales,
algo que no es tan habitual en este tipo de eventos. Entonces, el primer asombrado soy yo! Porque las ideas que aparecen son realmente valiosas! Y no es que unos sean perspicaces y otros no. Todos, repito, todos tienen algo para aportar. Y es cuando protesto interiormente y me digo por qué la creatividad no es un ejercicio corriente, desde el jardín de infantes…

Una respuesta al título propuesto en esta nota sería: seguimos teniendo la peregrina idea que unos pocos son afortunadamente creativos. (O lo peor, creemos que el único creador de todas las cosas es dios! Por dios!)

Hay otro manojo de motivos que llevan a pensar erradamente: lo complicado que es encontrar interlocutores válidos, personas que no censuren tan ligeramente nuestras ideas creativas. Doy un ejemplo: alguien del público se encargó de pensar si era posible inaugurar un restaurante no tan pulcro, por no decir sucio. Varios de los asistentes presintieron que eso era un dislate. Al rato, llegamos a la conclusión que se trataría de un restaurante para gente de mucho dinero, cansada de viajar, harta de modales exquisitos. Así, el lugar susodicho, sería para alguien que va y come el pollo con la mano, eructa sin problemas, olvida las reglas protocolares, come fideos al tuco y no le importa ensuciarse. Podría llamarse RESTAURANTE DEL BAJO IMPERIO, porque en aquella época, los almuerzos duraban varios días y se convertían en una festichola que ni te cuento…Otro nombre, más breve, podría ser SIBARITA.
Resumiendo: la cuestión es evitar censuras, tener un frontón para transformar ideas, darles forma, convertirlas en instancias creativas potencialmente posibles.

También traban los celos, la falta de amplitud cultural, las breves experiencias de vida nutritivas, las creencias inservibles que atan, el miedo a equivocarse, la incapacidad de asumir riesgos, el apego a la seguridad de lo establecido.
Pero, queramos o no, la posibilidad nos viene desde que nacemos. Es cuestión de convencerse de que es así. Y trabajar, para mejorarla.

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