lunes, 19 de enero de 2009

SOLILOQUIO POST MORTEM



La muerte interior, el vacío, es lo que nos permite renacer. Lo bueno de morir en vida es recuperar la espontaneidad, los instintos.

Supe de mi espontaneidad y fui feliz hasta que viví mi primera muerte: la separación de mis padres en momentos en que los matrimonios no se separaban. Entonces fui mirado como pibe raro, así de cruel era la sociedad por aquellos años. Tuvo que pasar un largo tiempo para que pudiera retomar mis hábitos de espontaneidad. (Jorge Guinzburg decía que en la actualidad cuando un chico es raro es porque sus padres no se divorciaron, aguda observación.)

La escuela fue un refugio notable para mi vida, a tal punto que nunca falté a clase durante la primaria. Allí me enamoré por primera vez y ese estado de cierta locura hacía que llegara mucho tiempo antes para esperar a mi chica. Le agradezco a mi maestra, porque ella permitió que comenzara a recuperar la espontaneidad, tal vez sin proponérselo. Todo el histrionismo que surgía de mi enamoramiento favorecía mi vida y entonces era el elegido fijo para actuar en los actos conmemorativos. Hoy sé que cuando me enamoro emerge el payaso que llevo en el alma. En verdad, ese payaso sería un símbolo de mi total espontaneidad. (No podría estar con una mujer que vetara al clown de mis entrañas; mi pasado me lo recuerda como señal de alarma.)

De chico comprendí que si alguien se aprovechaba de mí, en verdad lo que estaba haciendo era borrarme. Y como mis padres me dejaron pagando –el centro ya no fue mi libertad sino los conflictos de ellos- adquirí un sentido de la dignidad y de la intuición –como percepción intelectual rápida- para saber que de ahí en más me alejaría de quien no me tuviera en cuenta. Y aprendí a hacerlo sin resentimiento. En consecuencia, el centro vital en el que hoy vivo es la legitimación del otro en doble vía; también necesito legitimación. De no ser así, voy con mi guitarra a otra parte, es más saludable.

Me llevó bastante entenderlo: ahora sé que el otro soy yo mismo. Por eso me apasiona la gente, su mundo, sus vicisitudes… me reflejo en todos y tengo ipsoconciencia de que es así, a tal punto que interiormente me digo qué interesante es estar con fulano o mengano, y me lo repito segundo tras segundo.

Este clima borra de un plumazo la idea de que alguien es bueno o malo y abre la puerta a la comprensión de que no somos ni buenos ni malos, sería maniqueísta pensarlo. Somos una mezcla de todas las pasiones y emociones que existen, de todas las tinturas posibles. Aunque creo que una de las claves es tratar de no embromarle la vida a los demás… porque sería borrarlos.

Luego vinieron otras muertes y resurrecciones. Cuando viví en Italia, una amiga me bautizó graciosamente Ave Fénix.

La creatividad pasa por poder resurgir de los momentos aciagos, al menos así lo creo. Entender que todos tenemos un muerto en el ropero nos humaniza más.

No sé cuántas muertes más viviré, pero tengo las vacunas puestas. Y ayudan en mucho. El self made man aparece una vez que se aprende a no hacerle asco a los infortunios. Claro, mejor sería que no llegaran nunca.

Y también aprendí a no tener deudas. Cumplir con lo prometido, tener palabra. Porque chancho fiado gruñe todo el año.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buenas palabras!
Hay que alejarse de las personas que no nos dejan ser uno mismo.
Hay veces que pasa en las empresas, muchas multinacionales bajan lineamientos burocraticos (IMO: International Modus Operandi) que nos convierten en maquinas con un perfil determinado y no nos dejan rendir el 100% de nosotros.
MUY BUEN POST!

Domingo Lupis dijo...

Gracias, amigo!

Claro,los lineamientos IMO cursan también en la diaria! Vade retro!

Un abrazo, querido Marcos!

Dgo.