lunes, 9 de febrero de 2009

CAJEROS AUTOMÁTICOS


Alejandro Dolina sostiene que cuando uno guarda una foto –en un álbum, por ejemplo- los protagonistas, al cabo de algún tiempo, cambian de gesto o de lugar. Por caso, en la imagen vos estabas sentado… pues, de buenas a primera aparecés parado. O antes tus ojos apuntaban hacia la cámara… y con el paso del almanaque aparecés mirando a un costado. Creo que es así. Facebook lo demuestra. Hay gente que sale con su mejor sonrisa y luego de unos meses está seria… en la misma picture.

Mi hipótesis es distinta y viene por el lado de los cajeros automáticos; allí vive gente, no una familia entera, no caben, pero un tipo solo sí. Y tiene junados a todos los giles que vamos y depositamos, en vez de hacerlo por caja. Es gente que, conmigo, procede así: me ve venir como a una cuadra. Enseguida se comunica con el cana de la puerta y le dice ahí llega, ahí llega… Al toque se mete en cuclillas adentro del cajero, en connivencia con algunos más; espera el sobre con mi cheque y una vez que ingresa lo deja a un costado. Y así, un valor que ingresé el 3 de febrero… hoy 9, minga. Ni tampoco mañana, ni pasado; colofón: deberé iniciar los trámites en el City para que alguien responda qué ocurrió.

Nadie va a batir la verdad, porque el tipo que me tiene de la Ceca a la Meca cobra una comisión por esperarme y, por arte de birlibirloque, hacer desaparecer mi depósito para amargarme la vida.

El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, hace siglos que se sabe.

Juro por Ganesha que nunca más meto un valor para hacerle el caldo gordo al perdulario que vive en ese reducto.

No hay comentarios: