Salir al ruedo y hablar de cualquier tema, alrededor de un minuto; revolver y meter mano en la memoria de las vivencias personales; superar algún oculto temor a lo inesperado; arreglárselas como uno pueda; aguzar la inteligencia frente a lo inevitable (lo inevitable era hacer el ejercicio sí o sí... eso nos pide darle play a nuestra creatividad).
De esto mismo trató el juego con algunos alumnos de Artilaria.
Que la cámara se mueve mucho; que los sonidos externos ahogan algunos tramos; que a veces el diálogo conmigo no es tan claro... No importa, son detalles menores a corregir. A la postre, resultó una experiencia agradable. Y eso vale, más cuando nunca antes los chicos habían pasado por un momento así.
Animarse a lo nuevo, despreocuparse un poco por los prejuzgamientos personales; no darle crédito a que tenemos que hacerlo bien sino lo mejor posible, si fuera realmente posible. El hacer nivela el mundo vivencial, nos construye como personas, anima a otras experiencias y lo mejor, desactiva la huida.
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